martes, 8 de septiembre de 2009

-6. Entrevista a Antonio Ugalde.


Es profesor emerito de sociología de la Universidad de Texas-Austin y presidente de la organización sin ánimo de lucro Salud y Fármacos que se dedica a la promoción del uso adecuado de medicamentos a través de proyectos de investigación y acción. Desde su inicio en 1998 es co-editor del Boletín Fármacos. Ha publicado más de 100 artículos en revistas profesionales entre las que se pueden mencionar Social Science & Medicine, Health Policy, PLoS, Clinical Trial Magnifier, Health Policy and Planning, The Lancet, Salud Colectiva, Boletín de la Oficina Panamericana de la Salud, Gaceta Sanitaria, etc. Acaba de terminar con Núria Homedes la compilación de un volumen titulado “La farmacia, los farmacéuticos y el uso adecuado de medicamentos en América Latina” que será publicado por la Editorial Lugar de Buenos Aires en 2010.

1.- El VI Congreso Nacional de Atención Farmacéutica va a poner bastante énfasis en los aspectos sociales de la farmacoterapia. ¿Cuál es su opinión al respecto?


Como sociólogo felicito la decisión. Existe una tendencia a considerar solamente los aspectos clínicos de los medicamentos. En realidad si lo que se busca es que la farmacoterapia consiga los resultados esperados no se puede dejar de analizar las dimensiones sociales y conductuales de la producción, prescripción, dispensación y uso de los medicamentos.

Los que nos hemos dedicado a estudiar la industria farmacéutica somos conscientes que con frecuencia la publicidad que la industria hace de sus productos no fomenta el uso adecuado, que la información que ofrece a los profesionales sanitarios incluyendo los farmacéuticos no siempre es completa y correcta, y con frecuencia utiliza medios poco éticos para incrementar el uso innecesario de medicamentos.
Esta crítica no menoscaba la contribución que la industria ha hecho a través de los años a la farmacoterapia.

De otra parte, hay que entender el comportamiento de los profesionales. Los psicólogos han desarrollado diferentes modelos para mejorar el cumplimiento de las recomendaciones medicamentosas que los médicos hacen a los pacientes pero se ha trabajado menos para mejorar la comunicación entre farmacéuticos/dependientes de farmacia y pacientes.
Este último es un aspecto importante en aquellos países de bajos y medianos ingresos en los que frecuentemente la única recomendación que los pacientes de más bajos ingresos reciben sobre el uso de medicamentos es la que le dan en farmacia. Sería muy fácil escribir un libro sobre las dimensiones sociales de los medicamentos.


2.- ¿Estima, como algunos autores, que tomar medicamentos se ha convertido, más que en un hecho clínico, en un hecho social?


No se si me atrevería a afirmar que tomar medicamentos se ha convertido en una actividad social más que una necesidad médica, pero si es cierto que cada día se van poniendo en el mercado más medicamentos para “mejorar el estilo de vida.” Si mejoran la calidad de vida o no es algo que cada persona decide por si misma después de usarlos.
Las agencias reguladoras deberían tener en cuenta el costo/beneficio clínico de estos medicamentos cuando los aprueban, la industria cuando los promocionan, los médicos cuando los prescriben, y los farmacéuticos cuando los dispensan sobre todo en los países en los que no se exige la receta médica aunque la ley la requiera. También hay que asegurarse es que los usuarios son conscientes de los efectos secundarios e interacciones que tienen esos medicamentos.
De otra parte considero poco ético que en países de menos recursos la gente gaste una parte de ellos en estos medicamentos, clínicamente poco útiles, que con frecuencia son promovidos tanto por la industria como por médicos y farmacéuticos. Las ganancias que la industria farmacéutica y las farmacias han obtenido por las ventas de medicamentos para la disfunción sexual en América Latina a personas que no la sufren han sido multimillonarias. Y este no es el único ejemplo de medicamento para mejorar el estilo de vida.

3.- ¿Qué obstáculos cree que debe superar la Atención Farmacéutica para que sea una realidad útil para la sociedad del siglo XXI?


No se si puedo responder adecuadamente esta pregunta. Lo que está claro es que por una serie de razones que por su complejidad no se pueden exponer en unas pocas líneas, los medicamentos se están convirtiendo en una de las primeras causas de morbi-mortalidad. El problema es que en la mayoría de los países no se conocen estos datos.
Pero no me cabe la menor duda que el día que las autoridades sanitarias se decidan a conocerlos va a ser un shock.

Tanto para reducir esta morbi-mortalidad como para que la farmacoterapia obtenga los mejores resultados para los pacientes es absolutamente necesaria la Atención Farmacéutica. Tal como la entiendo, la AF es el resultado de una labor de equipo en el que deben participar no solamente médicos, farmacéuticos y enfermeras sino otros profesionales tales como nutricionistas, educadores sanitarios y científicos sociales. Es difícil exponer el rol farmacoterapéutico de estos y otros profesionales en unas pocas palabras. Sabemos que en algunas ocasiones una dieta adecuada puede ser más eficaz que un tratamiento farmacoterapéutico, y también sabemos que los médicos, farmacéuticos o enfermeras no han recibido un entrenamiento científico sobre nutrición y terapia.
Veo difícil que la AF se pueda conseguir solamente desde la farmacia, sobre todo desde una farmacia que devenga una ganancia económica por la venta de medicamentos. Algunos profesionales serán éticos y otros menos; algunos pondrán por delante la salud y bienestar del paciente y otros los beneficios económicos. Los que vivimos en EE.UU. en donde los servicios de salud están privatizados sabemos muy bien que el beneficio económico tiene un peso en las decisiones que toman los profesionales en los servicios médicos ambulatorios, en las farmacias, hospitales, centros de rehabilitación, laboratorios etc. Todos ellos miran tanto al bolsillo como al bienestar de sus pacientes y es difícil estimar cuando un objetivo prima sobre el otro.
Desde luego es encomiable que los farmacéuticos desde las farmacias privadas tradicionales o de cadena pongan un esfuerzo y se sacrifiquen para mejorar el uso de los medicamentos, para evitar reacciones adversas, para alertar a los médicos sobre posibles problemas que sus pacientes puedan encontrar si consumen el medicamento prescrito, o convencer a los pacientes de que merece la pena aguantar los efectos secundarios desagradables. Pero después de treinta años de promocionar la AF sabemos que el número de farmacéuticos que han decidido hacer el esfuerzo es pequeño, e incluso estos se encuentran con obstáculos más o menos difíciles de superar.
Por eso pienso que se debería empezar por incorporar farmacéuticos en los centros públicos de atención ambulatoria para que trabajen en equipo con otros profesionales de salud. Es necesario empezar por definir los recursos humanos que hacen falta, ya que no hay experiencia sobre ello.
Es cierto que en los EE.UU. algunas compañías de seguros para reducir costos tienen farmacéuticos que trabajan muy bien con pacientes polimedicados, pero la AF no puede estar basada en intereses económicos, ya que cuando estos no se den se prescindirá de ella aunque esté en peligro la salud del paciente.
Cada país presenta situaciones diferentes, pero los polimedicados son los que más urgentemente necesitan AF, emigrantes provenientes de otras culturas también requieren atención especial, y en países de menores recursos serán también los pobres y los analfabetos funcionales.
La AF está por hacerse.
Intervenciones desde universidades o fundaciones pueden ser útiles para aprender ciertos aspectos de la AF, pero un programa nacional de AF no se puede basar en experiencias puntuales que por su costo no son reproducibles a nivel nacional.

El problema que existe es que si se sigue hablando de AF sin que se desarrollen programas bien estructurados que tengan efectos medibles llegará un momento que se pensará que la AF no es un concepto viable.

Esto es lo que debemos evitar por todos los medios.

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