1.- ¿En qué momento cree que estamos en relación a la Atención Farmacéutica?
Diversas instituciones profesionales, colegiales, Fundación Pharmaceutical Care, SEFaC, universidades, etc., emprenden numerosas iniciativas que pretenden impulsar la implantación de la AF en nuestro país. Sus resultados: Actividades del Plan Estratégico, Foro de Atención Farmacéutica, Medafar, Consensos, tesis doctorales, dan la impresión de que la AF vive un excelente momento. Pero, ¿se traduce todo ello en una modificación real de la actuación del farmacéutico en su trabajo diario?. En mi opinión, todavía está pendiente la consecución de esa masa crítica, que el recordado Joaquín Bonal reclamaba, de farmacéuticos que hayan modificado su manera de atender a los pacientes, que hayan incorporado los procedimientos de AF a su práctica profesional, y sobre todo, falta que la sociedad lo perciba, lo aprecie y lo demande.
2.- Como profesional, ¿qué echa en falta de la formación recibida a la hora de afrontar el reto de la Atención Farmacéutica?
La formación del farmacéutico debe estar orientada a la función que la sociedad le demanda y al rol que nosotros mismos queremos desempeñar. Si reorientamos nuestro papel hacia la asistencia clínica al paciente que utiliza medicamentos la formación deberá ser acorde a este objetivo: Habilidades comunicativas, trabajo en equipo, farmacoterapia, fisiopatología, calidad asistencial, etc. Esta formación de pre-grado se debe complementar con una estricta selección y acreditación de las farmacias que imparten la asignatura de prácticas tuteladas. Creo que es la asignatura más importante de la carrera y se debe tratar como tal, con un nivel de seriedad y exigencia que garantice a los alumnos un completo conocimiento de todos los aspectos del ejercicio en la farmacia.
3.-¿Cree que los profesionales tienen algo que decir a la hora de decidir qué tipo de formación de pregrado y de postgrado?
Quien mejor conoce las carencias en la formación es el profesional que está trabajando y que tiene que echar mano de ese bagaje formativo con el que sale de la facultad al enfrentarse al ejercicio cotidiano. Así tanto los colegios como las sociedades científicas deberían colaborar con las universidades en los diseños curriculares e igualmente en la impartición de la formación en niveles de grado y de postgrado, y no solo en el ciclo de prácticas tuteladas. La incorporación a los equipos docentes de profesionales en ejercicio de reconocido prestigio, y mediante una adecuada selección, permitiría aportar la experiencia del contacto directo por un
lado con los problemas de gestión, organización, marketing, etc. y también con los usuarios y pacientes, destinatarios finales de la praxis farmacéutica.
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